el portico bajo las estrellas

Al final, resultó que la pértiga de tres metros iba a convertirse en el objeto más útil de todos. Gracias a ella Mort, el elfo guardabosques, pudo saltar y agarrarse al brazo de la colosal estatua. Podía parecer a todas luces una mala idea, ya que la estatua con forma de bárbaro simiesco escupía fuego de la punta de su dedo, pero al final colgarse del brazo fue la clave la supervivencia. Agarrado a la cálida piedra, Mort pudo ver como las mortales llamas devoraban a sus colegas de aventura.
Cuando se apagaron las llamas, de la venturosa expedición quedaban tan sólo la mitad de sus miembros. El viejo Andrews había llenado de pájaros la cabeza de unos bisoños aventureros de Alarda que, sin pensárlo dos veces, se aventuraron en el pórtico del círculo de piedras. Ahora, tan sólo dos salas mortíferas más tarde, quedaban la mitad de los que partieron. Pero Mort tenía claro que, cuando decidió dejar su vida de guardabosques y dedicarse a la aventura, nada le detendría en su deseo de alcanzar más y más poder.
Bajaron de la estatua y continuaron sus pesquisas. Pumba, la ladrona, había huido en otra dirección pero los demás se mantenían juntos. Abrieron otra puerta al azar y encontraron una pequeña capilla. Siete nichos vacíos se alineaban en las paredes. En el suelo yacían amontados los polvorientos esqueletos de guerreros de antaño, mezclados sus restos sobre los de sus armas y armaduras. En la sala se respiraba un ambiente antinatural. Un sonido extraño, como de dientes rascando una piedra, alertaron al grupo. Los restos esqueléticos estaban vivos!, una calavera mordió el pié de Eustaquio, el granjero de colinabos. Raudos, Mort y sus colegas aventureros se apresuraron a pisotear los cráneos de los guerreros aún vivos en la muerte. Tras esto, Mort se quedó mirándolos. Eones después de su muerte, los restos de estos guerreros aún tenían energía para seguir cumpliendo su misión. Se preguntó qué extraño poder era capaz de semejante prodigio.
Volvieron a la sala de la estatua y probaron la segunda puerta. Esta daba a una sala oscura con un estanque alargado en la mitad. En la sala habitaban unos extraños seres cristalinos. Al contrario de lo que podía parecer, esto seres no eran amenazadores. Tan solo sentían una extraña fijación por la luz. Dejándoles una linterna para mantener su atención, Mort y sus colegas pudieron dedicarse a investigar la habitación. El fondo del estanque estaba cubierto de extrañas gemas que, con esfuerzo, podían arrancarse. Todas esas gemas juntas serían el botín de un rey. Sin embargo, cuando solo tenían poco más de una docena cada uno, empezó a ser evidente que el agua del estanque se escapaba hacia abajo, hacia una sala subterránea, y el suelo estaba a punto de ceder. Decidieron, contra pronóstico, no dejarse llevar por la avaricia y continuar con cautela su exploración.
La siguiente sala era estrecha y en ella había una mesa con valiosas estatuillas y una escalera que descendía. En ese momento la paz se rompió y Pumba entró en la habitación, perseguida por un ser espantoso y demoníaco. Una especie de serpiente con cuerpo de mujer y horribles colmillos se abalanzó sobre el grupo. A duras penas lograron luchar contra semejante enjendro que había sido despertado de su letargo por la imprudente Pumba. Tras algunas bajas, consiguieron acabar con el demonio, que fue reducido a polvo, dejando tan solo el único cuerno que adornaba su frente.
Bajando las escaleras, llegaron a una sala enorme. Un ejército de arcilla se deshacía en una piscina
que ocupaba casi toda la sala. El agua que había caído del estanque superior había llenado la piscina y disolvía los cuerpos de aquellos soldados destinados a guardar esta sala por la eternidad. Al entrar en la sala, pudieron ver como los soldados de arcilla se activaban en intentaban cumplir con su antiquísimo cometido. Pero aquellos que fueron creados para infundir el terror en sus enemigos ahora daban poco más que lástima a los cansados aventureros.
Mas allá de la piscina se encontraba un altar. A sus pies, siete armaduras caídas, una por cada esqueleto que fue machacado en la sala superior, tendrían que haber protegido la estatua colosal de un bárbaro simiesco que sujetaba un orbe de luz. Mort tomó el orbe de luz con sus manos y pudo sentir como un gran poder vibraba a través de sus venas. Empezaba a vislumbrar cuál sería su destino a partir de ahora.
Detrás de la estatua encontraron una puerta oculta que llevaba a una pequeña sala donde encontraron un lecho de piedra y otros objetos de gran poder, como un brasero y un cayado. Mort colocó el orbe de luz en el lecho de piedra, en una oquedad que parecía tallada con ese propósito. Fue entonces cuando el orbe tomó vida. Una nubes ser formaron en su interior y una extraña forma caprina apareció entre la niebla. Este fue el primer contacto que sellaría su destino. Ese día, en el corazón de una misteriosa mazmorra, accesible solo una vez cada 30 años cuando las estrellas se alineaban, Mort conoció a Otnetnoc, su primer patrón, y su vida cambió para siempre.

Comentarios

Entradas populares